La semana pasada tuvo lugar, como todos los años, la gran cita española del arte contemporáneo: ARCO. Al igual que todas las ediciones anteriores contó con dos días dedicado a los especialistas y, por tanto, con una finalidad más comercial, y tres días para el público general, como yo, que consideran ARCO, más que una feria comercial, un encuentro cultural con el arte del momento. Este “arte del momento” quizá es demasiado matizable, teniendo en cuenta que, como otros años, nos encontramos con artistas renombrados de otras épocas que más que estar en ARCO deberían estar en FERIARTE, aunque muchos hacen doblete (¿Tan complicado es vender un Miró o un Tàpies?).
Expanded Box
Como todos los años nos encontramos con una ciudad/país como invitado para poder valorar las actividades contemporáneas que allí se realizan. Este año le tocaba el turno a Los Ángeles, fábrica de talentos en los EEUU. Su arte estuvo representado por una serie de galerías situadas en el pabellón 8. Pero el arte que se nos presentaba de esta ciudad invitada era un arte sin denominación de origen, tan parecido al resto que era complicado discernir si lo que te estaban intentando vender (no olvidemos que ARCO es una feria comercial) era algo propio de Los Ángeles o no era otra cosa que más arte europeo. Quizá esto, es lo más decepcionante de la feria, la elección de una ciudad que poco tiene que ofrecer al panorama actual, o quizá sea la manera de presentarlo, tan disuelto en el maremágnum de ARCO. Lo que se espera de la ciudad invitada no es otra cosa que innovación y señas de identidad propias, cosas que se cumplieron bastante bien en la edición anterior con la elección de India como país invitado, pero que este año brillaban por su ausencia.
Performance "Salvation Army" de Berta Jayo
En cuanto a los Solo Projects (Pabellón 10) y Performing Arco (Pabellón 6) decir, que al igual que el Panorama, han sido bastante decepcionantes. Uno de los principales atractivos que tiene ARCO para mí es tener la oportunidad de asistir a diversas performances, algo que suele ser bastante complicado. En esta edición pude asistir a dos, dos performance que fueron totalmente vacías y que hacen replantearme la naturaleza de esta modalidad de arte. La primera consistía en un concierto de sonidos guturales y fuertes luces cegadoras y la siguiente estaba protagonizada por, lo que bien podría ser, un grupo de monitores de campamento que pretendían ser los herederos directos de Living Theater y que se quedaban en una caricatura simplona y mal hecha. Al menos tuve el placer de presenciar una performance improvisada, la performance “Salvation Army” de Berta Jayo, performance que sí me convenció y que en un principio pensé que venía de la mano del polémico Eugenio Merino, cuyas obras, presentes en el pabellón 8, se convirtieron en las más vistas y en los ídolos morbosos de la edición.
Los Solo Projects no eran especialmente brillantes, llamaba la atención el gigantesco ‘NO’ de Santiago Sierra pero que, quizá por el desconocimiento del trasfondo, se quedaba en algo bastante frío.
"Treasure is everywhere" en el Expanded Box
Llamativo eran los stands del Expanded Box, situados en el núcleo entre el pabellón 8 y 6, que mostraban la expresión artística más tecnológica. Llamativo era el gran panel de besos o los perturbadores maniquíes que escribían en la pared “treasure is everywhere” o se balanceaban en un columpio. La pega de este lugar era la baja iluminación, que si bien lo exigían las obras, restaba importancia al artista ya que era algo complicado encontrar la cartela informativa entre las tinieblas.
En cuanto a los soportes y las técnicas utilizadas, si el año pasado el gran rey fue el lienzo, este año ha ganado la fotografía como medio ideal para la expresión artística. Así encontramos interesantes obras de multitud de artistas, entre los cuales me quedo con Clark & Paugnaud, representados por una galería italiana. Dos artistas asociados que no conocía hasta esta edición de ARCO y que me han sorprendido muy gratamente con sus obras. En su galería podíamos observar parte de la serie “Lost in Meditation”, un ensayo sobre la soledad y el sentimiento opresivo de los muros, y el tríptico “Quattrocento”, una revisión posmoderna de las anunciaciones de los primitivos toscanos. Pero hubo otros muchos artistas centrados en la fotografía que llamaron mi atención como Cristina García Rodero, Roland Fischer, Miguel Río Branco, por citar algunos nombres. En el resto de géneros, la cosa estaba compensada, al número importante de lienzos le seguían un número importante de esculturas o instalaciones. Quizá lo que más se echó de menos fue el videoarte, con un escasísimo número de obras, mucho menor que el año anterior, cuando incluso tenía una zona especial para dicha técnica.
"Quattrocento" de Clark & Paugnaud
En conclusión, esta edición de ARCO se ha quedado a la mitad de lo que podía haber sido, en un querer y no poder. Como dicen los expertos, ARCO necesita una reformulación y no ser simplemente una nave llena de obras elegidas con criterios bastante cuestionables. Veremos qué nos depara la próxima edición y si, para entonces, ya se ha llevado a cabo esa reforma en la naturaleza de la feria que la convierta en un referente de algo, de lo que sea, pero de algo, como ya lo son la Ferial Art Basel o la Frieze Art Fair.
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